miércoles, 23 de febrero de 2011

Herederos de Bendición (pr. Claudio Claus)

1 Pedro 3.9: … no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. TLA: Si alguien les hace algo malo, no hagan ustedes lo mismo; si alguien los insulta, no contesten con otro insulto. Al contrario, pídanle a Dios que bendiga a esas personas, pues él los eligió a ustedes para que reciban bendición.
Ser bendecido es mucho mejor que esperar recibir un milagro.
§  Si uno necesita un milagro es porque tiene una necesidad que no puede ser resuelta por nadie, sino que solo la puede resolver Dios. Siempre antes de que ocurra un milagro debe existir una necesidad que solo Dios pueda resolver.
Es por eso que mejor que querer recibir un milagro es no necesitarlo nunca.
§  Eso quiere decir que estás bendecido al punto tal de que toda tu vida y necesidades están cubiertas.
Dios quiere que caminemos en bendición. El que necesita un milagro está caminando en necesidad, y el que no tiene necesidad está caminando en plena bendición. Y Dios quiere llevarte de la necesidad a la bendición para que puedas llevar bendición a aquellos que hoy están necesitando un milagro de Dios.
Hay cristianos que viven más en necesidad que en bendición. Cuando venimos a los pies de Cristo venimos en necesidad… pero Dios quiere llevarnos a la bendición…
Dios le dijo a Abraham: “Te bendeciré y serás bendición”. Eso es lo que Dios quiere hacer con nosotros. El texto que leímos al principio decía que fuimos llamados por Dios para heredar bendición.
Ahora, hay algunas verdades de la Palabra que nosotros debemos saber, tener en cuenta, aplicar y experimentar en nuestra vida para vivir en esa vida de bendición que Dios preparó para nosotros. Veamos:
Primera Verdad: Debo saber que Dios me hizo único
David tuvo una profunda revelación acerca de esto y lo escribió en el Salmo 139.
Salmo 139.13: Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre.  Salmo 139.16: Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.
Isaías escribió: Isaías 43.1: Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.
Esa palabra “te puse nombre” en hebreo es “shem” y hace referencia a una marca que Dios pone sobre nosotros que nos permite ser únicos.
David pudo ver el libro de Dios donde estaba escrito su nombre aún antes de que el fuera formado y haya nacido. En el libro de Dios está tu nombre. Dios te hizo único.
¿Qué quiero decir con esto? Que no hay nadie como vos. Que Dios puso cosas en vos que no puso en otra persona. Dios puso dones, talentos, capacidades y sueños únicos en tu vida. Hay un llamado de Dios en tu vida que sólo vos podés responder. Hay cosas que solo vos podes alcanzar y realizar.
Tu bendición está en llegar a ser la persona que Dios quiere que seas. Tu grandeza está en aquello que te hace único.
Necesitamos tener padres espirituales, mentores, personas que sean de ejemplo e inspiración para nuestra vida, personas que nos desafíen a ir por más, pero parados en la verdad de que somos únicos.
Hace unos días atrás hablábamos con mi esposa acerca de la bendición que fueron para nosotros ciertas personas que Dios puso en nuestro camino. Personas que están por encima nuestro en algunos aspectos, ya sea en lo ministerial o en lo económico. Porque ellos nos hicieron ver cosas que de otra manera no hubiéramos visto, aprendido y conocido. Y que ahora al haberlas visto, nos desafían a nosotros a crecer y a ascender.
Y hablábamos de la importancia de buscar personas que estén por encima nuestro para aprender de ellos.  Esto es clave para una vida de crecimiento, porque te nivela para arriba, te hace ascender.
Pero esto no quita la gran verdad de que Dios nos hizo únicos. Nos puso nombre.
En la Biblia vemos libros con nombres. Uno de ellos es Isaías, otro Joel, otro Ester, otro Job, otro Jeremías, Ruth, Ezequiel. En la Biblia también encontramos grandes hombres de Dios: Josué, Moisés, Pablo, David… Pero yo no tengo que ser David, ni Josué, ni Salomón… Ellos pueden ser de inspiración para mi vida… Pero yo tengo que ser yo… la persona que Dios planeó que yo sea… lo que Él escribió en su libro acerca de mí.
Cuando Dios te creó y te formó puso dentro tuyo cosas únicas que te distinguen de los demás, que te hacen especial. Quizá tu familia o los que te rodean no lo puedan ver, pero Dios sí lo vio.
Nadie vio la grandeza de David, pero Dios sí la vio y lo fue a buscar y levantar para alcanzar su propósito. Dios hoy hace lo mismo con vos.  Nadie vio la grandeza de José, pero Dios si la vio.
No importa que la gente lo reconozca o no, Dios sabe lo que puso dentro tuyo y en este tiempo quiere levantarte para que no vivas como parte del montón, como uno más de la multitud, sino que heredes la bendición que Dios preparó para tu vida.
Segunda Verdad: Debo saber que mi vida tiene un propósito único.
Cuando hablamos de propósito, hablamos de misión, hablamos del sueño de Dios, hablamos de un plan diseñado por Dios para nosotros.
Salmo 139.16 NVI: Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos.
Dios le dice a Jeremías: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué,  te di por profeta a las naciones. (Jeremías 1.5)
Esa palabra te di implica destino, implica propósito, implica un plan diseñado por Dios.
Ahora, el plan de Dios para Jeremías fue que sea profeta para las naciones. Pero eso fue para Jeremías. ¿Por qué Dios no abre hoy el mar rojo? Porque eso fue para Moisés. ¿Por qué Dios no manda a construir un gran barco hoy? Porque eso fue para Noé. ¿Por qué Dios no manda hoy a reconstruir una ciudad totalmente quemada y derribada? Porque eso fue para Nehemías. ¿Por qué Dios no nos manda hoy a hacer descender fuego del cielo? Porque eso fue para Elías.
Nosotros no tenemos que anhelar los milagros de ellos, tenemos que buscar nuestros propios milagros. Es por eso que Dios no abrió el mar rojo dos veces, ni mando a construir diez barcos, ni hizo descender fuego del cielo ochenta veces… Dios le dijo a Moisés, Dios le habló a Noé, Dios le mostró a Elías… Cada uno de ellos descubrieron con la ayuda de Dios su propósito en la vida y es por eso que experimentaron milagros únicos.
Hay milagros que Dios preparó para tu vida pero solo se realizarán cuando tu descubras el propósito, el sueño, el plan que Dios diseñó para vos.
Quiero compartirte una revelación: Cuando Dios creó a Adán y Eva los creó con un sueño, con un propósito. Luego vino la caída. Y es allí, luego de la caída que Dios les dice: Te ganarás el pan con el sudor de tu frente… (Génesis 3.19 NVI). TLA: Muy duro tendrás que trabajar para conseguir tus alimentos…”
Eso fue después de la caída. Pero nosotros no debemos funcionar como ellos funcionaron “después de la caída” porque Cristo Jesús en la cruz del calvario resolvió ese problema perdonando todos nuestros pecados y cancelando el acta de los decretos que nos era contraria.
Nosotros debemos funcionar como antes de la caída. ¿Qué quiero decir con esto? Que nosotros no trabajamos para ganar dinero y de esa manera poder sustentar nuestra vida y la de nuestra familia. Nosotros trabajamos para cumplir el sueño de Dios, el propósito de Dios para nuestras vidas. Y cuando trabajamos para cumplir el sueño de Dios para nosotros, el dinero, la provisión viene sola.
Dos maneras de trabajar:
§  Como Adán y Eva después de la caída. Trabajando duro para conseguir dinero y de esta manera sustentarnos.
§  Como Adán y Eva antes de la caída. Trabajar para cumplir el propósito de Dios, el sueño de Dios para nuestras vidas. El dinero y la provisión vienen como añadidura.
¿Cuál es la enseñanza?
§  Cuando vos trabajas por dinero, vos perdiste tu sueño único;
§  Vos no trabajás para hacer dinero; vos tenés que vivir para cumplir los sueños únicos que Dios te ha dado, porque esos sueños levantan tu fe y activan la provisión de Dios para tu vida.
Tercera Verdad: Debo saber que el trato de Dios para con mi vida es único.
Si Dios nos hizo únicos, si el propósito de Dios para con nosotros también es único, su trato para con nosotros también lo será.
El problema nuestro es que nosotros queremos que Dios haga con nosotros como hace con otros.
Cuando uno lee la Biblia descubre que hay gente a la que Dios le dijo: “levántate”, a otro “siéntate”, a otro “apresúrate”, a otro “estate quieto”, a otro “escóndete”, a otro “ve”, a otro “desciende”, a otro que grite mientras a otro que se quede callado. Entonces vos decís: ¿Qué hago? ¿Voy, no voy, me apresuro o me quedo quieto, me escondo o me siento, grito o me callo…?
Vos tenés que perfeccionar tu trato con Dios, porque Dios quiere tratarte de manera única. El salmista decía: Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría. (Salmos 51.6).
¿Cómo perfeccionar nuestro trato con Dios? En lo secreto. Teniendo tiempo de intimidad con El.
Finalmente repasemos algunos principios que ministramos el día lunes.
1.      Debo Vivir en Obediencia a Dios
Deuteronomio 28.2 NVI: Si obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre…
2.      Debo Vivir bajo los principios del Reino de Dios
1 Pedro 3.9: no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario,  bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.
3.      Debo Ser Agradecido
1 Tesalonicenses 5.18 TLA: Den gracias a Dios en cualquier circunstancia. Esto es lo que Dios espera de ustedes, como cristianos que son.
Dios no bendice al quejoso ni al desagradecido. Un principio para recibir más es aprender a valorar, cuidar y agradecer por lo que ya tengo. SER FIEL CON LO QUE HOY TENGO.
Esto se aplica a todos los órdenes de la vida. Agradecé por el trabajo que hoy tenés, cuidalo, celebralo, se fiel y Dios te bendecirá y te hará crecer.
Si no valoramos lo que tenemos lo perdemos.  El día que dejo de celebrar lo que Dios me ha dado comienzo a perderlo. Celebrá lo que Dios ya te ha dado… Se agradecido.
Un detalle importante en este punto: Aprendé a celebrar lo que Dios le da a otros. Si Dios le da a otro algo que vos quisieras pero aún no lo tenés, celebralo con él… Porque Dios muchas veces antes de darte algo a vos se lo da a otro y luego observa tu actitud, si te alegrás o criticás.  La Biblia enseña un principio en Romanos 12.15 TLA: Si alguno está alegre, alégrense con él; si alguno está triste, acompáñenlo en su tristeza.
¡Cuidado con la envidia! El salmista dijo: Salmo 73.2-3 NVI: Yo estuve a punto de caer, y poco me faltó para que resbalara. Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados.
Seamos agradecidos y celebremos lo que hoy tenemos y aún lo que Dios le dio a otros. Esta actitud siempre me preparará para tener un mañana mejor y atraerá mayores bendiciones de Dios sobre mí.
4.      Debo aprender a dar con generosidad
Hechos 20.35: … Más bienaventurado es dar que recibir. TLA: “Dios bendice más al que da que al que recibe.”
Yo no puedo dar lo que no tengo, pero si puedo dar de lo que ya Dios me ha dado. Tengo que aprender a ser generoso y entender que lo que Dios me dio también es para bendecir a otros.
Dos palabras: Compartir e Impartir. Compartir es “partir con”, partir mitad y mitad. Pero impartir es dar todo. Dios quiere enseñarnos a compartir y a impartir. Estas dos acciones activan la acción sobrenatural de Dios en nuestra vida.
Proverbios 11.24: Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo,  pero vienen a pobreza.
¿Por qué sucede esto? Porque el que aprende a compartir o impartir lo que Dios le ha dado camina bajo leyes espirituales y no bajo leyes naturales. Lo que le sucede no está bajo la lógica del mundo sino bajo la lógica de Dios.
5.      Debo ejercer la autoridad espiritual que Dios me dio
Mateo 21.21-22: Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
Notemos que Jesús no dijo que debemos pararnos ante el monte y decir: “Padre del Cielo, quiero pedirte, si es tu voluntad, puedas hacer que ese monte se cambie de lugar y se vaya al mar”. NO. Enseñó que nos debemos parar en Fe y con Autoridad y dar la orden de que se quite.
¿A cuantos les gusta dar órdenes? ¿A cuantos les gusta mandar? Creo que a todos. Porque Dios puso en nosotros esa capacidad. Dios nos creo para que ejerzamos autoridad.  Cuando Dios determinó crear al hombre dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree…” (Génesis 1.26). El salmista dijo “Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies” (Salmo 8.6).
Ahora, no confundamos autoridad con autoritarismo. Dios nos dio autoridad para lo bueno no para lo malo.
Mateo 18.18: Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo,  y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
Notemos que primero tenemos que accionar nosotros.
En el Evangelio de Lucas, capítulo 13 encontramos la historia cuando Jesús va a enseñar a una sinagoga y allí encuentra a una mujer que por dieciocho años vivió encorvada y que de ninguna forma se podía enderezar. Lo único que hacía esta mujer era mirar el piso. El texto bíblico habla de que Satanás la tenía atada con un espíritu de enfermedad.  Jesús la llama, pone su mano sobre ella y dice: “Mujer, eres libre de tu enfermedad”. Inmediatamente la mujer se enderezó y comenzó a dar gloria a Dios.  El líder principal de la sinagoga se enojó porque Jesús la sanó en un día de reposo.
Entonces Jesús le responde diciendo: Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el día de reposo su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo?”.
Leí una anécdota de un pastor que un día va al hospital para orar por una hermana que estaba internada en terapia intensiva. Esta mujer se estaba secando poco a poco. Cuando el pastor entra a terapia la encuentra sentada en su cama y diciendo: “piernas: les ordeno que caminen, estómago te ordeno que funciones”. Entonces el pastor le pregunta que estaba haciendo, y la hermana le dice: “le estoy ordenando a la enfermedad que se vaya”.
Un día Jesús le ordenó al viento y al mar que se calmen. Y obedecieron. Eso es autoridad espiritual.
Cuando nosotros ejercemos autoridad espiritual Dios mueve su poder.
Debemos desatarnos de lo malo y atarnos a lo bueno de Dios para nuestra vida.
Tenemos autoridad sobre nuestras emociones, sobre nuestros pensamientos, sobre las enfermedades, sobre Satanás y sus demonios y debemos ejercerla.
Muchos de nosotros no experimentamos mayores bendiciones de parte de Dios porque no hemos aprendido a ejercer la autoridad que Dios nos dio. Porque no desarrollamos la fe. Porque no crecimos en madurez y en conocimiento práctico de la Palabra.
Conclusión
Fuimos llamados a heredar bendición. Dios nos eligió para bendecirnos y que seamos de bendición.
(1) Debo saber que Dios me hizo único; (2) Debo saber que tengo un propósito único; (3) Debo saber que Dios tiene un trato único conmigo; (4) Debo vivir en obediencia a Dios; (5) Debo vivir bajo los principios del Reino de Dios; (6) Debo ser agradecido. Aprender a celebrar lo que Dios ya me dio; (7) Debo aprender a dar con generosidad; (8) Debo ejercer la autoridad espiritual que Dios me dio.