En la antigüedad, en el pueblo de Israel, le otorgaban mucha importancia al nombre que los padres les daban a sus hijos. Los nombres determinaban lo que ese hijo desarrollaría o alcanzaría en la vida. Eran como nombres proféticos que expresaban los sueños y anhelos de los padres hacia los hijos. Escoger un buen nombre era como soltar una bendición sobre el hijo que nacía.
Lo que muchas veces también pasaba era que los padres en lugar de bendecir a un hijo con un buen nombre, lo maldecían. En lugar de liberarlos, los ataban. Era como que sus padres proyectaban sobre sus hijos sus frustraciones.
Antes de hablar de la historia del relato que leímos, permítanme mencionar algunos casos de lo que estamos hablando:
Raquel le puso a su último hijo “Benoni” que quiere decir “hijo de mi lamento, hijo de mi tristeza”. Luego Jacob su esposo le cambia el nombre y le pone “Benjamín” que significa “hijo de la mano derecha”.
Noemí tuvo dos hijos varones. A uno lo llamó “Mahlón” que quiere decir “enfermo”. Y al segundo “Quelión” que se traduce como “desfallecimiento” (débil, lánguido).
Jonatán le puso por nombre a su hijo “Mefi-Boset” que significa “el avergonzado”.
Hubo un hombre en la historia de Israel que sus padres le pusieron por nombre “Nabal” que significa “insensato” traducido a nuestro lenguaje sería “estúpido”. Este era un hombre que llegó a ser muy rico y se casó con una mujer muy inteligente que le salvó la vida. Nabal había actuado neciamente con David y el ejército de David venía para vengarse. Su esposa intercedió y Nabal se salvó.
Y en el texto que leímos al principio vemos cómo esta madre le pone por nombre a su hijo “Jabes” que significa “dolor o aflicción”. La madre de Jabes nos recuerda a esas personas (masoquistas) que les pasa algo en la vida y parece que no quieren olvidarse nunca más y aunque hayan pasado veinte años ellos lo siguen viviendo como el primer día. Esta mujer hizo una proyección sobre el hijo de su propio dolor.
Nombres que atan, que marcan una vida para mal.
Quizá nosotros no le ponemos nombres semejantes a nuestros hijos, pero le ponemos rótulos similares. Cuántos padres en lugar de llamarlos por su nombre le llaman con descalificativos como “tonto, estúpido, inservible, me das vergüenza, bueno para nada, bestia, burro, infeliz, idiota, tonto, pavo…”.
Por otro lado más allá de todo esto, cuántas personas viven atadas a la tristeza, a la enfermedad, a la debilidad, a la vergüenza, a la insensatez, o al dolor. Y no saben cómo liberarse. Es como una marca, un estigma que no pueden sacárselo de encima.
Pero hoy vamos a ver cómo podemos liberarnos, cómo podemos sanarnos, cómo podemos experimentar un quiebre en el tiempo.
Jabes creció atado al dolor, al sufrimiento. Esa era la atmósfera espiritual en la que vivió, no sólo él sino también sus hermanos.
La primera pregunta que quiero que nos hagamos es: ¿Qué cosas nos atan al dolor? Permítanme mencionar dos:
Nuestras imperfecciones
Todos nosotros tenemos en nuestra historia de vida fracasos, equivocaciones, caídas, pecados que hemos cometido. Y esto produce en nosotros mucho dolor causado por la culpa que luego cargamos.
David decía: “Mi culpa pesa sobre mi cabeza como una enorme carga. A causa de mis errores, sufro ahora de dolores insoportables. Me la paso retorciéndome de dolor y vivo lamentándome.” (Salmo 38.4-6 PDT)
¿Cuánta gente vive de esta manera? Atados al dolor producido por un error o por una serie de errores que cometieron en la vida. Se preguntan: ¿Cómo fui capaz de caer en esto? Y piensan que como castigo tienen que cargar toda su vida con el peso de la culpa por lo que hicieron.
Pero quiero decirte algo en este día: En Dios hay perdón y liberación de tu culpa.
El rey David lo experimentó. Notemos lo que dijo: “Cuando yo no quería confesar mis culpas, me debilitaba cada día más… Entonces, Señor, decidí confesarte todos mis pecados; no escondí ninguna de mis culpas. Decidí confesarte mis errores, Señor, y tú perdonaste todas mis culpas.” (Salmo 32.3, 5 PDT)
Proverbios 28.13: “Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla el perdón.”
La verdad más básica del cristianismo es que Jesús en la cruz del calvario ya pagó el precio por el perdón de todos nuestros pecados y que si alguien viene a él con arrepentimiento y confesión, Dios perdonará sus pecados y quitará toda su maldad.
Su perdón no está basado en lo malo que hayas sido sino en lo bueno que es Dios y la grandeza de su amor hacia su vida. Lo que importa para Dios no es lo que usted hizo, sino lo que Cristo hizo por usted en la cruz.
Dios está más interesado en perdonarlo que en condenarlo. A Él le interesa más su futuro que su pasado.
Nuestras heridas
Esto tiene que ver con lo que nos hicieron, con el dolor que es producto de lo que vivimos en relación con otras personas. Algunos lo llaman “experiencias traumáticas”, son experiencias que dejan una marca profunda, una cicatriz en nuestra alma, un quebranto en nuestro corazón.
Heridas producidas generalmente por personas que nosotros amamos. Personas del entorno familiar o que con el pasar del tiempo fuimos conociendo y relacionándonos afectivamente o laboralmente, etc.
Personas que nos lastimaron. Nos trataron mal, abusaron de nosotros, nos difamaron, nos estafaron, nos mintieron, nos engañaron, nos traicionaron, nos defraudaron, nos abandonaron…
Alguien dijo que cuando el diablo quiere amargarte la vida te manda personas y cuando Dios quiere bendecirte también te manda personas. Entonces las mayores bendiciones las experimentamos con gente y las mayores frustraciones también.
En nuestros mejores recuerdos siempre hay personas y en los peores recuerdos, también. Las personas nos bendicen y por otro lado nos hieren. Son una fuente de satisfacción y también de frustración.
Pero Dios quiere que no vivamos esclavos de la gente que nos ha hecho mal en la vida.
¿Cuál es el remedio de Dios?
Efesios 4.31-32: “Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
Lo que hemos aprendido en el mundo es a guardar rencor, enojo. Aprendimos a amargarnos. Pero ahora en Cristo vamos a aprender a abandonar la amargura, el resentimiento. La vamos a alejar de nosotros para siempre, porque estas posturas no resuelven nada. Al contrario nos atan al pasado y nos hace esclavos de la gente que nos hizo mal.
Pero hoy vamos a abandonar el dolor del pasado, vamos a perdonar y liberarnos.
Dios dice: abandoná la amargura, aprendé de tus heridas, perdoná a los que te lastimaron y seguí adelante.
¿Te tocó vivir una infancia muy dura? La verdad es que no la podés cambiar por más que te amargues. Pero el pasado no tiene que arruinar tu futuro.
Alguien dijo: El dolor es inevitable, pero la miseria es opcional.
Dios no quiere que vivas como una víctima de tu pasado o de las personas que te hicieron mal. Dios quiere que vivas como un más que vencedor.
¿Cómo Jabes pudo liberarse de su dolor?
“E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió.”
Jabes pudo experimentar un quiebre en su vida cuando invocó a Dios. Cuando comenzó a orar y a clamar a Dios por un cambio en su vida. La palabra “invocar” en el original tiene que ver no sólo con un clamor, sino con un llamado. Jabes llamó a Dios.
El entendió que el cambio en su vida no se lo podía dar su madre, ni sus hermanos, ni sus amigos, ni su padre, sino solo Dios. Y lo llamó.
El sabía que no ganaba nada con echarle la culpa de lo que vivió a su entorno familiar. El Sabía que su respuesta estaba en Dios.
Para darte un ejemplo: Jabes entendió que podía cambiar su dolor en un dolor de parto.
En un dolor con propósito. Es como que dijo “voy a hacer que de mi dolor nazca algo bueno”. “Voy a transformar mi dolor en un don, en una bendición”.
Y esa es la primera decisión que tomó Jabes. Una decisión que vos también la podés tomar hoy.
Cuando un cuerpo extraño penetra en la ostra, ésta segrega su nácar con capas y más capas para proteger su débil cuerpo. Así se forma la perla; una ostra que no fue herida no puede producir perlas porque las perlas son heridas cicatrizadas. Las perlas nacen del dolor.
Vos hoy tenés que tomar todo el dolor que sufriste y transformarlo en una perla.
El diablo con el dolor te quiso destruir de a poco, te quiso matar. Pero vos vas a llamar a Dios como lo hizo Jabes y vas a transformar ese dolor en un dolor de parto que de nacimiento a un nuevo tiempo lleno de bendición.
El diablo diseñó una cruz para matar a Jesús, pero esa cruz fue la que lo levantó para siempre, porque en Jesús está el poder de transformar la cruz en un instrumento de victoria. Y ese poder está disponible para vos, si como Jabes lo llamás.
Notemos esto. De su dolor Jabes dio a luz cuatro cosas:
1. BENDICIÓN
Jabes ora a Dios y le dice “quiero tu bendición”.
No importa si en mi pasado hay dolor, hay sufrimiento. No importa si mis padres en lugar de abrirme camino me lo cerraron. No importa si nací en un ambiente de pobreza y de miseria. No importa si hubo mucha gente que me hizo mal o poca. Lo que quiero es tu bendición.
Levantá tu voz al cielo y llamá a Dios diciéndole: “Quiero tu bendición, Señor”. Es lo primero que necesito. Ya no quiero más dolor quiero tu bendición.
2. EXPANSIÓN
Esto es lo segundo que le pide Jabes a Dios: “Ensancha mi territorio”.
El dolor te oprime y te limita. Pero en Jabes ocurrió lo opuesto. Porque cuando buscó a Dios y lo llamó no sólo transformó su dolor en bendición sino en algo que le permitió expandirse, crecer, ir más allá.
El dolor le puso límites a tu vida: “esto no podés”, “esto no es para vos”. Pero hoy Dios va a romper esos límites y vas a comenzar a vivir un tiempo de expansión, de crecimiento, de progreso, de bendición.
Voy a explicar algo más en cuanto a esto. Cuando la nación de Israel toma posesión de la tierra prometida. Cada tribu recibió por herencia su territorio y cada familia tuvo su parte. Por lo tanto Jabes no podía pedir más territorio del que tenía. Entonces ¿qué quiso decir cuando le pidió a Dios que ensanchara su territorio?
Creo que implica dos cosas:
Que Dios le permita crecer y desarrollarse en el territorio que le tocó. El no podía cambiar eso, pero con la bendición de Dios podía prosperar y crecer. Lo que te tocó en la vida vivir, no es excusa para que no puedas expandirte y crecer.
La segunda opción que tenía Jabes para expandirse era que otros rechazaran lo que habían recibido y de esta manera poder adquirirlo.
Lo que estoy diciendo es que cuando transformas tu dolor en un dolor de parto que da a luz bendición, hay cosas que Dios se las ha querido dar a otros, pero otros la han rechazado y como tú has decidido crecer y avanzar y no quedarte en el dolor, Dios te la va a dar a vos.
3. LA PRESENCIA DE DIOS
Lo tercero que Jabes le pide a Dios es que “su mano esté con él”.
No sólo quería su bendición, no solo quería crecer, quería que la mano de Dios esté sobre su vida.
Jabes quería estar en las manos de Dios.
Una pelota de tenis en mis manos no vale nada, pero en las manos de Federer o Nadal valen millones.
Mi vida en las manos de otros no vale nada, pero en las manos de Dios vale mucho.
Tu vida en las manos de Dios se sana, se libera. No importa el dolor del pasado si ahora tu vida está en sus manos.
4. VICTORIA SOBRE EL MAL
Lo cuarto que Jabes le pide a Dios es “líbrame del mal, para que no me dañe”.
La palabra líbrame o guárdame quiere decir "salida" o "escapatoria". Jabes le está diciendo en su oración: Señor bendíceme y ensancha mi territorio, que mi vida esté en tus manos y cuando venga el mal dame siempre una salida. Cuando venga la prueba, cuando enfrente algún problema, cuando esté en medio de una situación difícil y complicada en la vida, Señor líbrame, mostráme la salida.
¿Sabés que? Siempre, en cada situación, si llamamos a Dios, si ponemos nuestra vida en las manos de Dios, siempre nos indicará la salida.
A la enfermedad que estás sufriendo Dios le ha puesto una puerta de salida. Tu problema familiar también tiene una puerta de salida. Tu situación económica también tiene una salida. Porque Dios te quiere dar la victoria sobre el mal.
¿Sabés que hizo Dios con Jabes? “Y le otorgó Dios lo que pidió.”
Su oración no duró más de un minuto. En un minuto se produjo un quiebre en el tiempo, un quiebre en su vida.
En un minuto con Dios canceló el dolor de años y se abrió camino a un nuevo tiempo. En un minuto con Dios dio a luz su bendición.
El resultado es que Jabes fue más ilustre que sus hermanos.
La palabra “ilustre” significa “honorable, distinguido, rico, persona con gloria y con autoridad”.
Dios puede cambiar tu dolor en gloria, tu vergüenza en honra.
Pero Jabes no habló con su padre, ni con su madre, no guardó rencor ni resentimiento por el pasado que le tocó vivir. Jabes habló con Dios y sabía que sólo Dios podía cambiar su historia.
Dicen los historiadores que Jabes llegó a ser un doctor de la ley, un experto en el tema, al punto tal que su fama atrajo a muchos escribas a su lado y que allí se fundó una ciudad en honor a su nombre. Y en esa ciudad vivían los mejores sabios y entendidos en la ley de Dios.
Hoy vos también podés orar como Jabes. Simplemente tenés que tomar la misma decisión que él tomó: Poner fin a tu dolor.
Si ese dolor fue causado por errores o pecados orá a Dios para que te perdone y te libere de la culpa que pesa sobre tu vida. Si el dolor es producto de experiencias traumáticas que has sufrido, renuncia a toda amargura y resentimiento. Perdoná a los que te lastimaron y hablá con Dios.
Transformá ese dolor en un dolor de parto que de a luz un nuevo tiempo en tu vida.
Hubo un día donde a Jabes ya no se lo relacionó más con la palabra “dolor” se lo llamó “ilustre”.
Y lo que hizo Dios con Jabes, también lo puede hacer con tu vida.